miércoles, 12 de junio de 2019

Eric Hobsbawm: "La guerra fría"

Como material complementario para el trabajo de investigación que debéis elaborar sobre la Guerra Fría, os ofrezco este fragmento de uno de los mayores historiadores dedicados al mundo contemporáneo: Eric Hobsbawm. Pertenece a su libro Historia del siglo XX. Os sugiero que lo leáis y, si encontráis información interesante, podéis utilizarla en vuestro trabajo, eso sí, incluyendo los datos que seleccionéis en el apartado más adecuado en cada caso, y citando la fuente, en el texto y en el listado de bibliografía final. Esto podéis hacerlo como queráis, siempre que me quede claro a qué libro o material os estáis refiriendo, pero os recomiendo que intentéis seguir un modelo habitual en los trabajos académicos, que tiene la siguiente estructura:

APELLIDOS, Nombre (año): Título del libro. Ciudad de edición, editorial, páginas.

Debajo del título tenéis el ejemplo de cómo se cita el fragmento que os reproduzco.

La guerra fría
HOBSBAWM, Eric (1994): Historia del siglo XX. Buenos Aires, Editorial Crítica, pp. 199-203.

Los cuarenta y cinco años transcurridos entre la explosión de las bombas atómicas y el fin de la Unión Soviética no constituyen un periodo de la historia universal homogéneo y único. Tal como veremos en los capítulos siguientes, se dividen en dos mitades, una a cada lado del hito que representan los primeros años setenta (véanse los capítulos 9 y 14). Sin embargo, la historia del periodo en su conjunto siguió un patrón único marcado por la peculiar situación internacional que lo dominó hasta la caída de la URSS: el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, la denominada “guerra fría”.
La Segunda Guerra Mundial apenas había acabado cuando la humanidad se precipitó en lo que sería razonable considerar una tercera guerra mundial, aunque muy singular; y es que, tal como dijo el gran filosofo Thomas Hobbes, “La guerra no consiste solo en batallas, o en la acción de luchar, sino que es un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de entrar en combate es suficientemente conocida” (Hobbes, capitulo 13). La guerra fría entre los dos bandos de los Estados Unidos y la URSS, con sus respectivos aliados, que dominó por completo el escenario internacional de la segunda mitad del siglo XX, fue sin lugar a dudas un lapso de tiempo así. Generaciones enteras crecieron bajo la amenaza de un conflicto nuclear global que, tal como creían muchos, podía estallar en cualquier momento y arrasar a la humanidad. En realidad, aun a los que no creían que cualquiera de los dos bandos tuviera intención de atacar al otro les resultaba difícil no caer en el pesimismo, ya que la ley de Murphy es una de las generalizaciones que mejor cuadran al ser humano (“Si algo puede ir mal, ira mal”). Con el correr del tiempo, cada vez había más cosas que podían ir mal, tanto política como tecnológicamente, en un enfrentamiento nuclear permanente basado en la premisa de que solo el miedo a la “destrucción mutua asegurada” (acertadamente resumida en inglés con el acrónimo MAD, “loco”) impediría a cualquiera de los dos bandos dar la señal, siempre a punto, de la destrucción planificada de la civilización. No llegó a suceder, pero durante cuarenta años fue una posibilidad cotidiana.
La singularidad de la guerra fría estribaba en que, objetivamente hablando, no había ningún peligro inminente de guerra mundial. Más aun: pese a la retórica apocalíptica de ambos bandos, sobre todo del lado norteamericano, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de la Segunda Guerra Mundial, lo que suponía un equilibrio de poderes muy desigual pero indiscutido. La URSS dominaba o ejercía una influencia preponderante en una parte del globo: la zona ocupada por el ejército rojo y otras fuerzas armadas comunistas al final de la guerra, sin intentar extender más allá su esfera de influencia por la fuerza de las armas. Los Estados Unidos controlaban y dominaban el resto del mundo capitalista, además del hemisferio occidental y los océanos, asumiendo los restos de la vieja hegemonía imperial de las antiguas potencias coloniales. En contrapartida, no intervenían en la zona aceptada como de hegemonía soviética.
En Europa las líneas de demarcación se habían trazado en 1943-1945, tanto por los acuerdos alcanzados en las cumbres en que participaron Roosevelt, Churchill y Stalin, como en virtud del hecho de que solo el ejército rojo era realmente capaz de derrotar a Alemania. Hubo vacilaciones, sobre todo de Alemania y Austria, que se resolvieron con la partición de Alemania de acuerdo con las líneas de las fuerzas de ocupación del Este y del Oeste, y la retirada de todos los ex contendientes de Austria, que se convirtió en una especie de segunda Suiza: un país pequeño con vocación de neutralidad, envidiado por su constante prosperidad y, en consecuencia, descrito (correctamente) como “aburrido”. La URSS aceptó a regañadientes el Berlín Oeste como un enclave occidental en la parte del territorio alemán que controlaba, pero no estaba dispuesta a discutir el tema con las armas.
La situación fuera de Europa no estaba tan clara, salvo en el caso de Japón, en donde los Estados Unidos establecieron una ocupación totalmente unilateral que excluyó no solo a la URSS, sino también a los demás aliados. El problema era que ya se preveía el fin de los antiguos imperios coloniales, cosa que en 1945, en Asia, ya resultaba inminente, aunque la orientación futura de los nuevos estados poscoloniales no estaba nada clara. Como veremos (capítulos XII y XV), esta fue la zona en que las dos superpotencias siguieron compitiendo en busca de apoyo e influencia durante toda la guerra fría y, por lo tanto, fue la de mayor fricción entre ambas, donde más probables resultaban los conflictos armados, que acabaron por estallar. A diferencia de Europa, ni siquiera se podían prever los límites de la zona que en el futuro iba a quedar bajo control comunista, y mucho menos negociarse, ni aun del modo más provisional y ambiguo. Así, por ejemplo, la URSS no sentía grandes deseos de que los comunistas tomaran el poder en China, pero eso fue lo que sucedió a pesar de todo.
Sin embargo, incluso en lo que pronto dio en llamarse el “tercer mundo”, las condiciones para la estabilidad internacional empezaron a aparecer a los pocos años, a medida que fue quedando claro que la mayoría de los nuevos estados poscoloniales, por escasas que fueran sus simpatías hacia los Estados Unidos y sus aliados, no eran comunistas, sino, en realidad, sobre todo anticomunistas en política interior, y “no alineados” (es decir, fuera del bloque militar soviético) en asuntos exteriores. En resumen, el “bando comunista” no presentó síntomas de expansión significativa entre la revolución china y los años setenta, cuando la China comunista ya no formaba parte del mismo.
En la práctica, la situación mundial se hizo razonablemente estable poco después de la guerra y siguió siéndolo hasta mediados de los setenta, cuando el sistema internacional y sus componentes entraron en otro prolongado periodo de crisis política y económica. Hasta entonces ambas superpotencias habían aceptado el reparto desigual del mundo, habían hecho los máximos esfuerzos por resolver las disputas sobre sus zonas de influencia sin llegar a un choque abierto de sus fuerzas armadas que pudiese llevarlas a la guerra y, en contra de la ideología y de la retórica de guerra fría, habían actuado partiendo de la premisa de que la coexistencia pacifica entre ambas era posible. De hecho, a la hora de la verdad, la una confiaba en la moderación de la otra, incluso en las ocasiones en que estuvieron oficialmente a punto de entrar, o entraron, en guerra. Así, durante la guerra de Corea de 1950-1953, en la que participaron oficialmente los norteamericanos, pero no los rusos, Washington sabia perfectamente que unos 150 aviones chinos eran en realidad aviones soviéticos pilotados por aviadores soviéticos (Walker, 1993, pp. 75-77).
La información se mantuvo en secreto porque se dedujo, acertadamente, que lo último que Moscú deseaba era la guerra. Durante la crisis de los misiles cubanos de 1962, tal como sabemos hoy (Ball, 1992; Ball, 1993), la principal preocupación de ambos bandos fue cómo evitar que se malinterpretaran gestos hostiles como preparativos bélicos reales.
Este acuerdo tácito de tratar la guerra fría como una “paz fría” se mantuvo hasta los años setenta. La URSS supo (o, mejor dicho, aprendió) en 1953 que los llamamientos de los Estados Unidos para “hacer retroceder” al comunismo eran simple propaganda radiofónica, porque los norteamericanos ni pestañearon cuando los tanques soviéticos restablecieron el control comunista durante un importante levantamiento obrero en la Alemania del Este. A partir de entonces, tal como confirmó la revolución húngara de 1956, Occidente no se entrometió en la esfera de control soviético. La guerra fría, que si procuraba estar a la altura de su propia retórica de lucha por la supremacía o por la aniquilación, no era un enfrentamiento en el que las decisiones fundamentales las tomaban los gobiernos, sino la sorda rivalidad entre los distintos servicios secretos reconocidos y por reconocer, que en Occidente produjo el fruto mas característico de la tensión internacional: las novelas de espionaje y de asesinatos encubiertos. En este género, los británicos, gracias al James Bond de lan Fleming y a los héroes agridulces de John Le Carré —ambos habían trabajado por un tiempo en los servicios secretos británicos—, mantuvieron la primacía, compensando así el declive de su país en el mundo del poder real. No obstante, con la excepción de lo sucedido en algunos de los países más débiles del tercer mundo, las operaciones del KGB, la CIA y semejantes fueron desdeñables en términos de poder político real, por teatrales que resultasen a menudo.
En tales circunstancias, ¿hubo en algún momento peligro real de guerra mundial durante este largo periodo de tensión, con la lógica excepción de los accidentes que amenazan inevitablemente a quienes patinan y patinan sobre una delgada capa de hielo? Es difícil de decir. Es probable que el periodo mas explosivo fuera el que medió entre la proclamación formal de la “doctrina Truman” en marzo de 1947 (“La política de los Estados Unidos tiene que ser apoyar a los pueblos libres que se resisten a ser subyugados por minorías armadas o por presiones exteriores”) y abril de 1951, cuando el mismo presidente de los Estados Unidos destituyó al general Douglas MacArthur, comandante en jefe de las fuerzas de los Estados Unidos en la guerra de Corea (1950-1953), que llevó demasiado lejos sus ambiciones militares.
Durante esta época el temor de los norteamericanos a la desintegración social o a la revolución en países no soviéticos de Eurasia no era simple fantasía: al fin y al cabo, en 1949 los comunistas se hicieron con el poder en China. Por su parte, la URSS se vio enfrentada con unos Estados Unidos que disfrutaban del monopolio del armamento atómico y que multiplicaban las declaraciones de anticomunismo militante y amenazador, mientras la solidez del bloque soviético empezaba a resquebrajarse con la ruptura de la Yugoslavia de Tito (1948). Además, a partir de 1949, el gobierno de China no solo se involucró en una guerra de gran calibre en Corea sin pensárselo dos veces, sino que, a diferencia de otros gobiernos, estaba dispuesto a afrontar la posibilidad real de luchar y sobrevivir a un holocausto nuclear. Todo podía suceder.
Una vez que la URSS se hizo con armas nucleares —cuatro años después de Hiroshima en el caso de la bomba atómica (1949), nueve meses después de los Estados Unidos en el de la bomba de hidrógeno (1953)—, ambas superpotencias dejaron de utilizar la guerra como arma política en sus relaciones mutuas, pues era el equivalente de un pacto suicida. Que contemplaran seriamente la posibilidad de utilizar las armas nucleares contra terceros —los Estados Unidos en Corea en 1951 y para salvar a los franceses en Indochina en 1954; la URSS contra China en 1969— no está muy claro, pero lo cierto es que no lo hicieron. Sin embargo, ambas superpotencias se sirvieron de la amenaza nuclear, casi con toda certeza sin tener intención de cumplirla, en algunas ocasiones: los Estados Unidos, para acelerar las negociaciones de paz en Corea y Vietnam (1953, 1954); la URSS, para obligar a Gran Bretaña y a Francia a retirarse de Suez en 1956. Por desgracia, la certidumbre misma de que ninguna de las dos superpotencias deseaba realmente apretar el botón atómico tentó a ambos bandos a agitar el recurso al arma atómica con finalidades negociadoras o (en los Estados Unidos) para el consumo doméstico, en la confianza de que el otro tampoco quería la guerra. Esta confianza demostró estar justificada, pero al precio de desquiciar los nervios de varias generaciones. La crisis de los misiles cubanos de 1962, uno de estos recursos enteramente innecesarios, estuvo a punto de arrastrar al mundo a una guerra innecesaria a lo largo de unos pocos días y, de hecho, llegó a asustar a las cúpulas dirigentes hasta hacerles entrar temporalmente en razón.

miércoles, 5 de junio de 2019

Técnicas de estudio: el resumen

Vamos a ver aquí algunos consejos para hacer un buen RESUMEN, que sea útil como herramienta para estudiar.

Imagen de Hans Braxmeier en Pixabay
¿Qué es un resumen?
Resumir es redactar una versión breve de un texto, buscando lo esencial de los contenidos y las ideas indispensables para comprenderlo, eliminando todo lo demás. Es decir, debemos reducir el texto a lo más importante, y no podemos incluir todos los detalles, ni repetir ideas con otras palabras.

Para hacer un resumen os recomiendo seguir los siguientes pasos.
  1. Lee detenidamente todo el texto, haciendo una lectura comprensiva.
  2. Sepáralo en párrafos. Recuerda que cada punto y aparte marca el término de un párrafo.
  3. Lee por párrafos subrayando las ideas más importantes de cada uno. Si es necesario escribe notas al margen que para ti sean importantes.
  4. Escribe todo lo subrayado en tu cuaderno.
  5. Ordena lo escrito y redacta el resumen tratando de ser claro, exacto, coherente y fiel a lo que estás resumiendo.
  6. Revisa lo escrito y corrige las palabras incorrectas, así como también la puntuación y la ortografía.
Espero que estas pautas os sirvan de ayuda en vuestros resúmenes, y de ahora en adelante para mejorar vuestras técnicas de estudio.

[RESUMIDO de: ¿Cómo hacer un resumen? 6 pasos que son una gran ayuda.]

domingo, 2 de junio de 2019

Trabajos finales ASL: Historia, Arte y Literatura

Vamos a realizar cada uno dos trabajos de investigación, uno para la asignatura de Geografía e Historia y otro para la de Lengua Castellana y Literatura. Hay distintos temas, que yo asignaré a cada alumno. Pongo aquí los guiones que habrá que seguir y los temas y materiales para trabajar (obras de arte en Historia y textos en Literatura).


TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN – HISTORIA

GUIÓN COMÚN PARA TODOS LOS TRABAJOS:

1. Resumen del tema.
2. Obra de arte.
            2.1. Título, autor y fecha.
            2.2. Clasificación: arquitectura, escultura o pintura.
            2.3. Localización (museo, ciudad, país, etc.).
            2.4. Estilo o cultura a la que pertenece
            2.5. Descripción.
            2.6. Otros datos de interés.

TEMAS Y OBRAS DE ARTE:

1. Descubrimiento, conquista y colonización de América (Unidad 7 del libro)
            Obra 1-A: Chichén Itzá
            Obra 1-B: Machu Picchu

2. Los reinados de Carlos V y Felipe II (Unidad 8 del libro)
            Obra 2-A: Carlos V a caballo en Mühlberg
            Obra 2-B: Entierro del Señor de Orgaz

3. Crisis y decadencia del Imperio Hispánico (Unidad 9 del libro)
            Obra 3-A: Las Meninas
            Obra 3-B: Apolo y Dafne

 OBRAS DE ARTE:
            Obra 1-A: Chichén Itzá

            Obra 1-B: Machu Picchu

            Obra 2-A: Carlos V a caballo en Mühlberg

            Obra 2-B: Entierro del Señor de Orgaz

            Obra 3-A: Las Meninas

            Obra 3-B: Apolo y Dafne


TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN – LITERATURA

GUIÓN COMÚN PARA TODOS LOS TRABAJOS:

1. Resumen del tema.
2. Texto literario.
            2.1. Título, autor y año de publicación de la obra original.
            2.2. Clasificación: texto narrativo, dramático o poético.
            2.3. Tema o idea principal.
            2.4. Personajes.
            2.5. Resumen del argumento.
            2.6. Otros datos de interés.

TEMAS Y TEXTOS:

1. La Literatura en la Edad Media (Unidad 9 del libro)
            Texto 1-A: Cantar del Mío Cid
            Texto 1-B: Libro de Buen Amor

2. La Literatura en el Prerrenacimiento (Unidad 10 del libro)
            Texto 2-A: La Celestina
            Texto 2-B: Romance de Abenámar

3. La Literatura en el Renacimiento (Unidad 11 del libro)
            Texto 3-A: Lazarillo de Tormes
            Texto 3-B: Noche Oscura

4. La Literatura en el Barroco (Unidad 12 del libro)
            Texto 4-A: La vida es sueño
            Texto 4-B: Romance “Servía en Orán al rey”


TEXTOS LITERARIOS: 

Texto 1-A: CANTAR DE MÍO CID – Anónimo

FRAGMENTOS DEL SEGUNDO CANTAR: Bodas de las hijas del Cid

64 El Cid se dirige contra tierras de Valencia

Aquí se empieza el poema de Mío Cid el de Vivar.
Ya ha poblado Mío Cid aquel puerto de Alucat,
se aleja de Zaragoza y de las tierras de allá,
atrás se ha dejado Huesca y el campo de Montalbán
de cara a la mar salada ahora quiere guerrear:
por Oriente sale el sol y él hacia esa parte irá.
A Jérica gana el Cid, después Onda y Almenar,
y las tierras de Burriana conquistadas quedan ya.

71 Conquista de toda la región de Valencia

Por esas tierras de moros, apresando y conquistando,
durante el día durmiendo, por las noches a caballo,
en ganar aquellas villas pasa Mío Cid tres años.

76 El Cid deja su barba intensa. Riqueza de los del Cid

Mucha alegría cundió entre todos los cristianos
que en esa guerra acompaña a Mío Cid bienhadado.
Ya le crecía la barba, mucho se le va alargando,
que había dicho Rodrigo cuando salió desterrado:
"Por amor del rey Alfonso, que de su tierra me ha echado,
no entre en mi barba tijera, ni un pelo sea cortado
y que hablen de esta promesa todos, moros y cristianos".
El Campeador está en Valencia descansando,
con él Minaya, que no se separa de su lado.
Sus vasallos más antiguos de riqueza están cargados.
A todos los que al salir del reino le acompañaron
el Cid casas y heredades en Valencia les ha dado.
La bondad de Mío Cid ya la van ellos probando.
Y los que después vinieron también reciben buen pago.

108 El Cid anuncia a Jimena el casamiento

Al llegar la noche todos se marcharon a sus casas,
Mío Cid Campeador en el alcázar entraba,
Doña Jimena y sus hijas allí dentro le esperaban
"¿Sois vos, Cid Campeador, que en buenhora ciñó espada?
Por muchos años os vean los ojos de nuestras caras".
"Gracias a nuestro Señor aquí estoy, mujer honrada,
conmigo traigo dos yernos que gran honra nos deparan:
agradecédmelo, hijas, porque estáis muy bien casadas".


Texto 1-B: EL LIBRO DE BUEN AMOR – Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

Consejos de don Amor:
Condiciones que ha de tener la mujer para ser bella (coplas 429- 435)

Si leyeres a Ovidio que por mí fue educado,
hallarás en él cuentos que yo le hube mostrado,
y muy buenas maneras para el enamorado;
Pánfilo, cual Nasón, por mí fue amaestrado.

Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer
muchas cosas tendrás primero que aprender
para que ella te quiera en amor acoger.
Primeramente, mira qué mujer escoger.

Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,
que no sea muy alta pero tampoco enana;
si pudieras,  no quieras amar mujer villana,
pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.

Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,
cabellos amarillo no teñidos de alheña;
las cejas apartadas, largas, altas, en peña;
ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.

Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes
 y con largas pestañas, bien claras y rientes;
las orejas pequeñas, delgadas; para mientes (fíjate)
si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.

La nariz afilada, los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,
las encías bermejas, los dientes agudillos,
los labios de su boca bermejos, angostillos.

La su boca pequeña, así, de buena guisa
su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa,
conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!


Texto 2-A: LA CELESTINA – Fernando de Rojas

CELESTINA.- A la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua, llaga incurable, mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de lo porvenir, vecina de la muerte, choza sin rama que se llueve por cada parte, cayado de mimbre que con poca carga se doblega.

MELIBEA.- ¿Por qué dices, madre, tanto mal de lo que todo el mundo, con tanta eficacia, gozar o ver desea?

CELESTINA.- Desean harto mal para sí, desean harto trabajo. Desean llegar allá porque llegando viven, y el vivir es dulce, y viviendo envejecen. Así, que el niño desea ser mozo, y el mozo viejo, y el viejo más, aunque con dolor. Todo por vivir, porque, como dicen, "viva la gallina con su pepita". Pero ¿quién te podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre; aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer? Pues ¡ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos cuando sobra la gana y falta la provisión, que jamás sentí peor ahíto que de hambre.
En Dios y en mi alma [Calisto] no tiene hiel; gracias dos mil; en franqueza, Alexandre; en esfuerzo, Héctor; gesto de un rey, gracioso, alegre, jamás reina en él tristeza. De noble sangre, como sabes. Gran justador; pues verlo armado: un San Jorge. Fuerza y esfuerzo, no tuvo Hércules tanta. La presencia y facciones, disposición, desenvoltura, otra lengua había menester para las contar. Todo junto semeja ángel del cielo. Ahora, señora, tiénele derribado una sola muela que jamás cesa de quejar.

MELIBEA.- ¿Y qué tiempo ha?

CELESTINA.- Podrá ser, señora, de veintitrés años; que aquí está Celestina que lo vio nacer.

MELIBEA.- Ni te pregunto eso, ni tengo necesidad de saber su edad; sino qué tanto ha que tiene el mal.

CELESTINA.- Señora, ocho días. Que parece que ha un año en su flaqueza.

MELIBEA.- ¡Oh, cuánto me pesa con la falta de mi paciencia! Porque siendo él ignorante y tú inocente, habéis padecido las alteraciones de mi airada lengua. En pago de tu sufrimiento, quiero cumplir tu demanda y darte luego mi cordón. Y porque para escribir la oración no habrá tiempo sin que venga mi madre, si esto no bastare, ven mañana por ella muy secretamente.


Texto 2-B: ROMANCE DE ABENÁMAR – Anónimo

—¡Abenámar, Abenámar,   moro de la morería,
el día que tú naciste   grandes señales había!
Estaba la mar en calma,   la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace   no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro,   bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor,   aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro   y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho   mi madre me lo decía
que mentira no dijese,   que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,   que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar,   aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?   ¡Altos son y relucían!

—El Alhambra era, señor,   y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,   labrados a maravilla.
El moro que los labraba   cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra,   otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,   huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,   castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,   bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada,   contigo me casaría;
daréte en arras y dote   a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,   casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene   muy grande bien me quería.


Texto 3-A: LAZARILLO DE TORMES – Anónimo

En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.

Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:

-Hijo, ya sé que no te veré más. Procura de ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto; válete por ti.

Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba.

Salimos de Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo:

-Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.

Yo simplemente llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:

-Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.

Y rió mucho la burla.

Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mí: «Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer».


Texto 3-B: NOCHE OSCURA DEL ALMA – San Juan de la Cruz

1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


Texto 4-A: LA VIDA ES SUEÑO – Pedro Calderón de la Barca

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Texto 4-B: ROMANCE “SERVÍA EN ORÁN AL REY” – Luis de Góngora y Argote

Servía en Orán al rey
un español con dos lanzas,
y con el alma y la vida
a una gallarda africana,
           
            Espuelas de honor le pican
y freno de amor le para:
no salir es cobardía,
ingratitud es dejalla.
           
            Viendo el español brioso
cuánto le detiene y habla,
le dice así: «Mi señora,
tan dulce como enojada,

tan noble como hermosa,
tan amante como amada,
con quien estaba una noche,
cuando tocaron al arma.
           
            Del cuello pendiente ella,
viéndole tomar la espada,
con lágrimas y suspiros
le dice aquestas palabras:
           
            porque con honra y amor
yo me quede, cumpla y vaya,
vaya a los moros el cuerpo,
y quede con vos el alma.

Trescientos cenetes eran
de este rebato la causa,
que los rayos de la luna
descubrieron sus adargas;
           
            «Salid al campo, señor,
bañen mis ojos la cama;
que ella me será también,
sin vos, campo de batalla.
           
            No lloréis, ojos hermosos,
que aquesas lágrimas manchan
mis honrados pensamientos
y quitan mis esperanzas.

las adargas avisaron
a las mudas atalayas,
las atalayas los fuegos,
los fuegos a las campanas;
           
            Vestíos y salid apriesa,
que el general os aguarda:
yo os hago a vos mucha sobra
y vos a él mucha falta.
           
            Vuestra gracia sola pido,
que me será sola gracia,
en las batallas escudo
y en las victorias guirnaldas.

y ellas al enamorado,
que en los brazos de su dama
oyó el militar estruendo
de las trompas y las cajas.
           
            Bien podéis salir desnudo,
pues mi llanto no os ablanda,
que tenéis de acero el pecho,
y no habéis menester armas.»
           
            Quedaos a Dios, mi señora,
y concededme que vaya
al rebato en vuestro nombre,
y adiós, que tocan al arma.»